«Los ciudadanos no esperan ni bronca ni cálculo electoral», dice el PP en el Congreso, mientras Feijóo está dispuesto a hundir el Gobierno de la Comisión Europea para castigar a Ribera y que Mazón no se quede con todas las culpas por la DANA

El Gobierno acusa a Feijóo de intoxicar “con bulos” a Bruselas

En un artículo sobre la comparecencia de Teresa Ribera el martes en Bruselas, la web Politico se preguntaba si había sido “un festival de mierda” o un “festival de trols”. El PP fue al examen de la vicepresidenta con un volquete de barro y convenció a eurodiputados conservadores de otros países para que se unieran a la lapidación. “Ningún otro candidato (a formar parte de la Comisión Europea) ha sido tratado con tanta falta de respeto”, dijo una eurodiputada verde. Contra lo que suele ser habitual en estas sesiones de preguntas y respuestas, hubo abucheos y aplausos. Una jarana más propia del Congreso español. El PP ha exportado a Bruselas las patadas por debajo de la cintura como producto inequívocamente nacional.

El miércoles fue el día de la primera comparecencia de un miembro del Gobierno en el Congreso dedicada a la DANA de Valencia. Fue el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, el encargado de dar la cara, mientras Pedro Sánchez seguía en el extranjero con la cumbre del clima y la vicepresidenta María Jesús Montero presenciaba la sesión desde su escaño. Formaba parte de la estrategia del Gobierno en la que insiste en que la gestión de la catástrofe corresponde al Gobierno valenciano y que el Gobierno central está para ayudar en lo que se necesite. Es una respuesta que ni siquiera entienden todos los socios del PSOE.

Alberto Núñez Feijóo decidió boicotear la comparecencia y dejar su escaño vacío. Su partido dijo que siguió la sesión desde el despacho. Al comenzar, la sesión casi uno de cada cuatro escaños del PP estaba sin ocupar. Sus inquilinos fueron llegando después. Como el jefe no iba a asistir, parece que tenían permiso para dormir un poco más. Santiago Abascal llegó una hora tarde y no se quedó mucho tiempo, aunque esto tampoco es una novedad.

Lo que llamó la atención es que toda esa tensión de Bruselas no se trasladó al Congreso. A diferencia de muchos otros plenos, el PP decidió sustituir la furia por un cierto cinismo. Con el fin de menospreciar a Torres, no fue ninguno de los pesos pesados del grupo el que le respondió, sino un diputado valenciano que nunca interviene en las sesiones de control.

“Hemos intentado mantener todo esto alejado de la lucha política, pero no ha sido posible”, dijo César Sánchez. Hay que tener valor para decir eso cuando su líder viajó a Valencia el día siguiente de la tragedia para afirmar que la mayor responsabilidad de la tragedia residía en organismos de la Administración central (por la AEMET y la Confederación Hidrográfica del Júcar) teniendo a Carlos Mazón un metro detrás de él.

La violencia verbal brilló por su ausencia en el PP. Había órdenes de mantener la calma. “Los ciudadanos no esperan ni bronca ni cálculo electoral”, dijo después Cuca Gamarra. Lo que no había era estómago para defender a Mazón y su Gobierno disfuncional. Y eso que se escucharon palabras muy duras. “El Gobierno de Mazón está de mierda hasta el cuello”, dijo Àgueda Micó, de Compromís. “Las vidas perdidas son responsabilidad del Gobierno valenciano del Partido Popular”. Además, enseñó la portada de La Razón del domingo, esa que destacaba el titular: “Feijóo sostendrá a Mazón para no darle un triunfo a Sánchez”. Pero no hay cálculo electoral, como decía Gamarra. Para nada.

Los diputados del PP aguantaron estas frases sin pestañear. En otra ocasión, habrían saltado como fieras. En este pleno, se dedicaron a mirar con mucha atención sus móviles, como si estuvieran leyendo algo verdaderamente interesante.

La postura del ministro Torres fue también la de intentar no aumentar la temperatura de la crispación: “No van a encontrar en esta intervención ningún señalamiento”. Dio muchas cifras para desmentir la idea de que no se ha hecho nada por los valencianos. 36.907 personas rescatadas de situaciones en que peligraba su vida. 200.000 litros de agua y 20.000 kilos de comida repartidos por las Fuerzas Armadas. 15.000 toneladas de enseres retirados en las primeras 24 horas. 2.600 coches y camiones sacados de calles y carreteras. El 30 de octubre, había 600.000 valencianos sin agua. El martes eran sólo 1.263 en cuatro municipios.

En la sesión de control posterior, el PP apretó las tuercas sobre Teresa Ribera, que está en Bruselas. María Jesús Montero pasó de decir que “no era el momento de reproches” a ponerse en punto de ebullición en cuestión de segundos y recordar los casos del Yak-42, el accidente del Metro de Valencia, el Prestige y el 11M, el póker de grandes éxitos de la derecha. En otra ocasión, tendrían que haber llamado a los antidisturbios para controlar la ira de los escaños del PP. Esta vez, fue una reacción muy poco sonora y de unos escasos segundos.

El partido reservaba los golpes bajos para que los propinara su líder. El ausente Feijóo se hizo cuerpo en la sesión de control y al poco salió para dar una breve rueda de prensa. Se trataba de centrar todos los focos en Ribera, por las obras no realizadas en la cuenca de Júcar, una vez más como si Mazón estuviera limpio de polvo y paja. El PP exige que el Gobierno retire la candidatura de la ministra de Transición Ecológica a la Comisión Europea. Feijóo dio la vuelta por completo a lo que está ocurriendo estos días en Bruselas. “El Gobierno debe reflexionar sobre la presión a la que está sometiendo a las instituciones europeas, chantajeándolas”, dijo.

Si hablamos de chantajes, es difícil no incluir en esa definición el aviso que Feijóo lanzó a Ursula Von der Leyen, la conservadora alemana que aspira a la reelección al frente de la Comisión. Advirtió de que la Comisión debe iniciar su mandato “sin mancha”, es decir, sin Ribera.

La negociación del Gobierno de Von der Leyen fue la tarea complicada que supone equilibrar los intereses de conservadores, socialdemócratas y liberales junto a las aspiraciones de cada Gobierno europeo y los perfiles de los comisarios. No es posible ahora votar en contra de Ribera por separado. Todos los nombres van en el mismo paquete. Si la derecha vota contra Ribera, los socialdemócratas votarán contra los demás. Sería un gran fracaso para Von der Leyen y le obligaría a empezar de cero en la formación de su Gabinete.

Hasta ese nivel llega el intento de prender fuego a la Comisión para salvar a Mazón o conseguir que, en el caso de que sea imposible que sobreviva, el PP pueda demostrar que ha hundido a cambio la carrera europea de Ribera. Unos días después de la victoria de Donald Trump en EEUU y cuando todos coinciden en que Europa debe mostrarse fuerte y no rendirse ante lo que venga de Washington, el PP cree que sus intereses son más importantes.

La tragedia de Valencia ha sido un duro golpe para la imagen de gestión de los gobiernos del PP; que eran los baluartes sobre los que Feijóo quería construir una futura victoria electoral. No es sólo lo que le pase a Mazón. Doscientos cadáveres y el Gobierno de la UE no le van a impedir que obtenga sus objetivos.