Resulta ininteligible que Convergència diera el salto de la autonomía a la independencia y que su máximo dirigente en ese momento, Artur Mas, jugara a aprendiz de brujo de la forma en que lo hizo
El pasado domingo, con motivo del 50 aniversario de la fundación de Convergència Democràtica de Catalunya, la Vanguardia convocó a Jordi Pujol, Artur Mas y Xavier Trias para que hicieran una reflexión conjunta sobre la trayectoria de dicha formación política desde su momento fundacional hasta hoy.
No sé cuántos de los lectores de elDiario.es han visto el vídeo que publicó La Vanguardia y no estoy seguro de qué interés habrá tenido para los que lo hayan hecho la conversación de los tres políticos catalanes.
Para mí sí ha tenido mucho. Claro que tengo 14 años menos que Jordi Pujol, pero 12 más que Artur Mas y dos más que Xavier Trias. Quiero decir que he compartido con ellos el proceso de construcción de la democracia en España, inescindiblemente vinculada al reconocimiento del derecho a la autonomía. Hubiera podido estar perfectamente en la conversación, si La Vanguardia hubiese decidido organizarlo con otro criterio. De hecho, cuando Jordi Pujol renunció en 2003 a encabezar la candidatura de CiU a la presidencia de la Generalitat, El Periódico de Catalunya encargó diez artículos enormes de doble página dedicados a hacer una valoración de su ejecutoria, siete a intelectuales catalanes, uno a un vasco, otro a un gallego y otro a mí.
He seguido siempre con enorme interés lo que se cocía en Catalunya y su participación en la dirección política del Estado y agradecí, por tanto, que La Vanguardia hubiera tenido la idea de reunirlos para que hablaran de su experiencia como dirigentes de máximo nivel de Catalunya en el marco de la democracia española.
Porque este es el eje en torno al cual gira la conversación. No hay pulsión independentista de ningún tipo. Por supuesto que no la hay por parte de Jordi Pujol, que dice expresamente que, aunque sabe que va a haber gente que se moleste, él tiene que decir de manera inequívoca que Convergencia no era un partido independentista y que nunca se había desinteresado de la dirección del Estado, porque siempre había estado convencido de que, para que le fuera bien a Catalunya, le tenía que ir bien al resto del Estado.
El independentismo está ausente por completo de la intervención de Jordi Pujol y solo aparece de manera defensiva en la de Artur Mas, que lo explica como reacción a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la reforma del Estatut, y de Xavier Trias, como consecuencia de las maniobras contra él de la policía patriótica del Ministerio de Interior dirigido por Jorge Fernández Díaz.
Una vez que se ha visto la entrevista, resulta ininteligible que Convergència diera el salto de la autonomía a la independencia y que su máximo dirigente en ese momento, Artur Mas, jugara a aprendiz de brujo de la forma en que lo hizo. En ningún momento se hace una valoración positiva de la ejecutoria independentista, que únicamente pudo ponerse en marcha por la falta de liderazgo de Artur Mas, algo que él no reconoce de manera expresa, pero que se desprende de lo que calla y de su lenguaje corporal.
Hay incluso al final de la conversación un reconocimiento explícito de que para volver a articular a Catalunya en la España democrática hay que contar con los “socialistas”. Junts como instrumento político resulta en este momento imprescindible para intentar recuperar una mayoría catalanista en el Parlament, pero sin ninguna nueva aventura independentista.
La Vanguardia ha tenido una buena idea.