El PP actúa convencido de que si gana el relato -este de Valencia o el de cualquier otro problema, conflicto o polémica en que se vea envuelto- ganará las elecciones y volverá al poder

El petróleo ahora mancha incluso las marcas y la reputación

Además de muchas muertes, mucho dolor, mucha destrucción y un alud de mentiras y de barro político, la DANA (acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos al que muchos medios ya han lexicalizado y convertido en dana) nos ha traído al habla cotidiana un nuevo acrónimo de un organismo público: CECOPI. Siglas convertidas en acrónimo de Centro de Coordinación Operativo Integrado, el CECOPI valenciano al que Carlos Mazón llegó tan tarde el día de autos ha resultado ser una mentira en sí mismo. Coordinación, poquísima; operatividad, ninguna; integración de las distintas administraciones, escasa. Me recuerda aquello de Villanueva de las Carretas, la localidad burgalesa a la que antaño llamaban ‘el pueblo de las tres mentiras’, pues ni era villa ni era nueva ni tenía carretas.

La DANA o dana ha dejado mucho barro de la primera y la segunda acepción del Diccionario de las academias (“1. m. Masa que resulta de la mezcla de tierra y agua”. “2. m. Lodo que se forma en las calles cuando llueve”) y muchísimo más de la quinta acepción: “5. m. Deshonra, degradación moral. Arrastrarse por el barro”.

A medida que se han ido conociendo las muchas irregularidades, ausencias culposas, negligencias y errores del Gobierno autonómico valenciano, en manos del PP, este partido, el PP, ha ido señalando más falsos culpables en otras administraciones gobernadas por el PSOE y ha lanzado más barro, más lodo y más fango y más epítetos gruesos contra sus rivales políticos.

Será un lodazal difícil de limpiar. Perdida la guerra de los hechos, el partido que lidera Alberto Núñez Feijóo ha desencadenado la guerra por el relato, la búsqueda desesperada de lo que el equipo del primer Donald Trump presidente, hace ocho años, llamó “hechos alternativos”; es decir, mentiras flagrantes para intentar tapar los hechos reales.

Lo de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio arranca del Evangelio de Mateo. Han pasado casi dos mil años, y ahí sigue la derecha política y mediática –y cristiana– sin aplicarse la parábola. ¿Hay pajas e incluso algún madero mediano en los ojos del Gobierno central? Algunos. ¿Hay vigas en los ojos del Gobierno valenciano? Muchas.

Hace más de cien años, en 1921, Charles Prestwich Scott, político y periodista, ex diputado liberal y director y luego propietario del diario británico The Guardian, publicó un artículo en el que formulaba un principio que ha sido sagrado para los periodistas y para muchos políticos: “Las opiniones son libres, pero los hechos son sagrados”.

Desde hace un tiempo, especialmente desde la primera llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, hace ocho años, para algunos las opiniones son libres y los hechos también son libres, alternativos, manipulables.

Estimulado entre otros muchos ejemplos por aquel Trump y por el nuevo Trump, que ha vuelto al poder a caballo de la desinformación consciente y planificada, el PP de Feijóo actúa convencido de que si gana el relato –este de la DANA o el de cualquier otro problema, conflicto o polémica en que se vea envuelto– ganará las elecciones y volverá al poder. Sea cual sea la verdad, sean de quienes sean las irregularidades, las ausencias culposas, las negligencias o los errores.