En ambos casos el objetivo de la derecha es doble: desgastar al Gobierno y tapar las miserias propias. Siempre con la ayuda de la prensa amiga que dispara sus cañones, y con algún juez que les siga el juego

Como me va la marcha, esta semana me vi enterito el examen a Teresa Ribera en el Parlamento Europeo, y enterita la comparecencia de Begoña Gómez en la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid. Y en ambos casos deseaba que en cualquier momento las interrogadas, tanto Ribera como Gómez, se quejasen diciendo “no me esperaba a la Inquisición española”, y se abriesen de golpe las puertas e irrumpiesen los Monty Python disfrazados de cardenales y gritando “¡Nadie espera a la Inquisición española!”, como en el mítico sketch.

El giro cómico habría sido la única forma de salvar con dignidad dos momentos tan bajos de nuestra política reciente. A cual peor, ambos quedarán para nuestra particular historia de la infamia, que mira que va ya cargadita.

Por un lado, el numerito montado por el PP en el Parlamento Europeo, con el concurso de los populares europeos, y los coros de Vox y otras fuerzas ultraderechistas. Lo que el medio Politico duda si considerar “a shit show or a troll show”, recogiendo el pasmo de la prensa europea. La aspirante a vicepresidenta europea acudió preparada para hablar de competencia y políticas ambientales, y supongo que esperaba la dureza de los negacionistas climáticos, cada vez más fuertes en la Eurocámara. Pero se encontró con la Inquisición española.

Dolors Montserrat del PP, y Jorge Buxadé por Vox, la acusaron directamente de ser la responsable de los más de 220 muertos de la DANA. No la principal, sino la única responsable, insinuando además que acabará en el banquillo. “La historia y los jueces la juzgarán”, “su nombramiento arrastrará al descrédito a la Comisión”, “hace quince días ya se enfrentó al examen de su vida en Valencia y lo suspendió”, “disponía de la información y no hizo nada”, “debería estar sentada en un banquillo en vez de en la Comisión”, “o se está con Ribera o se está con la vida de los españoles”. Todo con abucheos de campo de fútbol, y rematado al día siguiente por el inigualable González Pons: “Ribera va a ser premiada cuando todavía hay cuerpos sin recuperar debajo del barro”.

Todavía impactado por el penoso espectáculo, me senté a ver la comparecencia de Begoña Gómez en la Asamblea de Madrid. Otra que no esperaba a la Inquisición española, y se la encontró ya en la puerta, con el circo facha de Hazte Oír y sus autobuses. Desde el momento en que dijo que se acogía a su derecho a no contestar, la sesión podía ser suspendida, no había más. Pero esperen, no se vayan tan rápido. La comisión no se ha creado para investigar nada, sino para tener a la mujer del presidente sentada durante una hora en una silla con aires de banquillo judicial, aguantando decenas de preguntas que en realidad eran acusaciones de trazo grueso e insultante. De eso se trataba: una foto y un mal rato. Misión cumplida.

En ambos casos, con Ribera y con Gómez, el objetivo de la derecha es doble: desgastar al gobierno y tapar las miserias propias: la responsabilidad de Mazón y su gobierno en la DANA, cargándosela a Ribera y al gobierno central; y el caso del novio de Ayuso, sus delitos fiscales y su piso, para el que no hay comisión de investigación como no la hubo para los muertos abandonados de las residencias en pandemia. Y tanto con Ribera como con Gómez, la derecha cuenta con la ayuda de la prensa amiga que dispara sus cañones, y con algún juez que les siga el juego. Gómez ya está imputada, y no me jugaría ni un café a que Ribera vaya a librarse de una imputación siguiendo el procedimiento habitual: no una sino tres querellas le han puesto ya los de siempre, y ya verán como encuentran un juez dispuesto.

¡Nadie espera a la Inquisición española! O sí.