Le guste o no, Pedro Sánchez tiene la legislatura en el alambre. Los 1.000 días de lucha ya no dependen únicamente de él. Necesita unos presupuestos, necesita que el PP se mantenga aislado, necesita cumplir su compromiso de no impunidad y necesita que el cortafuegos de Ábalos resista
El presidente Sánchez anuncia 1.000 días de batalla. Pero parece más la expresión de un deseo que una certidumbre. Alberto Núñez Feijoo da por acabado a Pedro Sánchez. Pero también parece más la expresión de un deseo que una certeza. Los ingleses llaman a esto “Wishful Thinking” y pocas cosas hay más arriesgadas en política.
Igual que la lluvia torrencial obligó a acortar el desfile del 12 de octubre, la corrupción torrencial que cae desde el caso Ábalos —antes conocido como el caso Koldo— puede obligar a acortar la legislatura… o no. Como tantas veces desde que Pedro Sánchez llegó a la Moncloa, el Partido Popular y la prensa conservadora proclaman exultantes su clásico “esta vez sí, lo tenemos”. Como tantas otras veces darlo por muerto antes de tiempo puede acabar constituyendo su mayor error.
El informe de la misma UCO cuyos dos informes favorables no han servido para librar a Begoña Gómez de su imputación por tráfico de influencias vale ahora para tumbar la última línea de defensa del exministro José Luís Ábalos: alegar indignado que él no se había quedado un solo céntimo de euro. El informe de la UCO deja la presunta trama Koldo a dos telediarios de igualar aquel ya mítico “volquete de putas” que dejó para la historia la rivalidad entre las dos bandas corruptas -Los Granados Kings y los González Don’t Play- que rapiñaban Madrid, mientras Esperanza Aguirre se concentraba exclusivamente en salvar a España del malvado José Luis Rodríguez Zapatero sin enterarse de nada; de acuerdo con la Justicia.
Ábalos es el cortafuegos que impide que el incendio llegue a Moncloa. Pero los cortafuegos duran lo que duran y si el incendio se agranda, no hay garantía de que no acabe superado por la altura de las llamas. Le guste o no, Pedro Sánchez tiene la legislatura en el alambre. Los 1.000 días de lucha ya no dependen únicamente de él. Necesita unos presupuestos, necesita que el PP se mantenga aislado e incapaz de llegar a acuerdos con nadie que no sea Vox, necesita cumplir su compromiso de no impunidad y transparencia y necesita que el cortafuegos resista.
Núñez Feijóo está hoy mejor que andaba el jueves, cuando le estallaba en las manos su estrategia de no dar nunca un paso atrás, utilizando a las víctimas de ETA para dar cobertura a su coartada de que no sabían qué votaban cuando aprobaron la famosa reforma que permite computar las penas cumplidas en otros países europeos. Cazado en su propia demagogia, la excusa del error forzado por la mala fe sanchista empezaba a arder por los cuatro costados cuando el informe de la UCO vino a sofocar parcialmente la quema que inflamaba a votantes y militantes del PP.
Pero estar mejor que el otro no significa que el otro esté muerto. Sobre todo cuando la mejoría responde a un mérito del otro. Le guste o no, Alberto Núñez Feijóo también está en el alambre. Necesita victorias y las necesita ya para alimentar su liderazgo. Puede reunirse de urgencia en domingo con su dirección para crear la impresión de que está al mando de la situación las veces que quiera y poner querellas al sol hasta agotarse. La consecuencia inapelable de dar por muerto a Pedro Sánchez, por acabada la legislatura y reclamar elecciones ya pasa por una moción de censura que hoy tiene imposible ganar. No puede acercarse a los nacionalistas sin separarse de Santiago Abascal y no puede separarse de Abascal sin perder la suma que le permitiría ganar la moción de censura y, de momento, el PP no es el gato de Schrödinger.
Ambos, el presidente y el líder de la oposición, les guste o no, están en el alambre. Un paso en falso en cualquier dirección y se caen con todo el equipo.